viernes, 31 de mayo de 2013

Erraba solitario como una nube

Erraba solitario como una nube
que flota en las alturas sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre,
una hueste de narcisos dorados;
junto al lago, bajo los árboles,
estremeciéndose y bailando en la brisa.

Continuos como las estrellas que brillan
y parpadean en la Vía Láctea,
se extendían como una fila infinita
a los largo de aquella ensenada;
diez mil narcisos contemplé con la mirada,
que movían sus cabezas en animada danza.

También las olas danzaban a su lado,
pero ellos eran más felices que las áureas mareas:
Un poeta sólo podía ser alegre
en tan jovial compañía;
yo miraba y miraba, pero no sabía aún
cuánta riqueza había hallado en la visión.

Pues a menudo, cuando reposo en mi lecho,
con humor ocioso o pensativo,
vuelven con brillo súbito sobre ese ojo
interior que es la felicidad de los solitarios;
y mi alma se llena entonces de deleite,
y danza con los narcisos.



WILLIAM WORDSWORTH. LITERATURA INGLESA. PERIODO ROMÁNTICO.

miércoles, 1 de mayo de 2013

La bohème


Estábamos tirados en la ladera de un prado, ni siquiera recuerdo dónde fue exactamente. Era primavera y estábamos rodeados de flores y de intrépidos insectos que amenazaban con romper nuestro infranqueable momento de paz. El sol del atardecer bañaba todo lo que teníamos ante nuestros ojos y nos trasmitía ese calor tan agradable que solo se podía lograr en esa estación de año. Habíamos estado filosofando alegremente sobre una cosa y la otra, aunque yo sabía que ella estaba mal, y aunque le había preguntado repetidas veces, no había accedido a contarme ni una sola palabra.  Después de un largo rato en un tranquilo silencio, ella decidió hablar.

- Sé que soy como un animal herido. Ni aunque la más tierna mano se me acercara con una promesa de curación instantánea la aceptaría. Por el contrario, seguramente la mordería, como perro rabioso que soy, y luego la dejaría sangrando y me alejaría.

Yo no contesté, pues sabía que iba a proseguir. Ella seguía con su aire ausente, siempre presente en su rostro, bohemia, y sus ojos me mostraban esa mirada perdida que era más que habitual en ella.

- Simplemente dejaré que el tiempo cure mis heridas, como ya es costumbre, hasta que la costra se seque, se caiga y ya no me vuelva a acordar siquiera del agravio que me la causó.

Yo le creí. No había tenido una vida muy alegre que digamos, aunque ella siempre decía que podría estar peor, que había gente que estaba en peor situación que la suya, y así se auto convencía de que su vida no era tan miserable como realmente era. Pero seguramente lo que le ocurría la hundió, o no sé, porque después de aquella tarde no la volví a ver. Quizá se fue y tuvo una vida feliz en cualquier otro lugar, o puede que esté vagabundeando por alguna calle de alguna ciudad. Sólo sé que después de aquello me sentí como si un animal herido me hubiese mordido y me hubiese abandonado a merced de mi desamparo y mi nostalgia, aunque me gusta pensar que su alma libre sintió la necesidad de marcharse y volar.