sábado, 27 de octubre de 2012

Galadriel - parte 1


 La tempestad había azotado el carruaje con fuerza, los truenos retumbaban por toda la montaña, como un rugido feroz de la naturaleza. Los caballos habían intentado detenerse en más de una ocasión, pero su severo amo no lo había permitido. Mientras el carro recorría los estrechos y peligrosos caminos de la montaña hasta llegar a su destino, Galatea había apartado la cortina de la ventana y había echado un vistazo a lo que le rodeaba, el cielo oscurecido por las nubes, relámpagos cruzando el cielo uno tras otro, ramas de árboles secos que parecían garras que se cerraban y abrían movidas por el viento, acantilados que amenazaban con tragarse todo lo que callera en ellos.  Tenía miedo, sentía escalofríos de terror pero no le importaba, tenía que intentarlo e iba a por todas.
Por fin, el coche paró y al bajar vio el dedo huesudo del conductor  señalando  la entrada a la enorme mansión. En el momento en que observó la casa y notó su sombría atmósfera una punzada de arrepentimiento atravesó su pecho por  haber llegado hasta allí. Demasiado lejos había llegado y ya había cruzado la línea.  En cierto modo ella sabía que no había vuelta atrás y que era lo último a lo que aferrarse si quería conseguir lo que iba a buscar.


Galadriel esperaba con tedio sentado en la gran silla que presidía aquel viejo y lúgubre hall. La pobre iluminación que se filtraba por unos pequeños agujeros que había en lo alto de aquellos grandes muros era todo lo que había para iluminar toda la sala. Los ruidos de la lluvia retumbaban por la toda la habitación. El viento golpeaba y movía los árboles de fuera, el agua caía con fuerza y los estruendos procedentes de los truenos era la música de aquella estancia. Esperaba la visita que uno de sus siervos le había anunciado.  Ciertamente sentía una gran curiosidad, hacía mucho tiempo que alguien no iba hasta allí, bien por lo lejano del lugar o bien por las leyendas que corrían por los pueblos circundantes sobre el lugar y las personas que lo habitaban. Fuera como fuese, él había aceptado la visita solo para quitarse la curiosidad, pero pensaba deshacerse de ella tan pronto supiera su propósito.
La pesada puerta de entrada al hall se abrió. Galadriel levantó la cabeza de su mano donde estaba apoyada para escrudiñar con todo detalle a su nueva visita.  Una figura oscura y femenina empezó a caminar lentamente por el camino que trazaba la larga alfombra gris y que cruzaba toda la sala. Estaba cubierta por una capa negra y aterciopelada con igual capucha, así que lo único que pudo observar fue su castaño y largo cabello cayendo de la capucha hacia fuera. Esperó a que se acercara más. Ya podía oler la fragancia que desprendía, e incluso el miedo que tenía. Esto empezaba a divertirle más de lo que pensaba. Finalmente llegó al final del pasillo y se paró frente a él.

-Habla –dijo secamente Galadriel-.

El sonido de la voz, grave y secó, la había sobresaltado y la había puesto más nerviosa aún. Galatea podía sentir el aire peligroso que ese hombre desprendía. Sentía sus ojos clavados en ella. Le había mirado a la cara y había visto una sonrisa perversa y arrogante. Había visto como sus ojos que parecían plateados se clavaban fijamente en su cara, expectantes. Quería empezar a hablar pero no sabía cómo tenía que dirigirse a él.

-Me… me llamo Galatea. Estoy aquí porque necesito ayuda y me han dicho que quizá la encontraría aquí.

Galadriel soltó una pequeña risa entre dientes y se levantó de la silla, animado por lo que acababa de escuchar. Empezó a dar lentos pasos, rodeando en círculos a Galatea.

-Bien, Galatea. No sé quién te ha dicho tal cosa, pero he de decir que esa persona no te tiene mucho aprecio. No hago favores a nadie, y mucho menos les ayudo. No puedes estar más equivocada.

-Está bien. Me iré ahora mismo – Galatea se giró rápidamente hacia la puerta alarmada por lo que él había dicho y dio un paso, pero antes de poder llegar a terminarlo, Galadriel ya se había interpuesto en su camino. No la iba a dejar marchar tan fácilmente.

-¿Dónde vas tan rápido? Ya que estás aquí déjame escuchar lo que ibas  a pedirme. Quizá si tienes algo para mí a cambio de que yo te ayude podríamos llegar a un acuerdo.

Galatea levantó la cabeza para ver la cara de aquel hombre que impedía la salida. Un trueno iluminó la sala en ese mismo instante. La capucha cayó y dejo al descubierto su cara y su pelo. La sonrisa torcida y arrogante seguía allí. La cercanía de su cuerpo la perturbaba, no podía siquiera dar un pequeño paso sin que él pudiera agarrarla con uno de sus largos brazos y si empezaba a correr en unas pocas zancadas la habría alcanzado. Sus ojos casi incoloros la miraban ahora muy atentos recorriendo cada detalle de su cara. El hombre emitió un bufido burlesco y quitándose del medio se dirigió a sentarse otra vez a la gran silla.

-Habla de una vez, y no me hagas perder el tiempo.

Galatea se tranquilizó. Al menos iba a escucharla. Con un poco de suerte conseguiría su ayuda.

-Bien.  Necesito eliminar el problema urgentemente. De lo contrario un miembro de mi familia puede morir en poco tiempo – sacó una carta de un bolsillo y se la entregó- Con esto te podrás hacer una idea de la situación sin que yo te lo explique.

Tras leerla se levantó y se puso a uno de los lados de Galatea. El sonido de las hojas movidas por el viento y de la lluvia cayendo con fuerza llenaba los silencios.

- ¿Qué tendrías a cambio para mí? – dijo Galadriel, ahora más serio.

-No tengo mucho dinero pero te daría lo que tuviese.

- ¿Crees que quiero dinero? – Dijo alzando las manos, moviéndolas para mostrarle lo que poseía. Un relámpago iluminó la sala, y el aura de peligrosidad volvió a aparecer, esta vez incrementada.- Siempre pensáis en lo mismo. Las condiciones las pondré yo.

Su cara había cambiado por completo. Sus ojos eran los mismos que los de un cazador que ha elegido a su presa, fijos, abiertos.  Su expresión ahora la aterraba. Su cuerpo había adquirido cierto nerviosismo y cada vez hacia la situación hacía más insegura e impredecible. Cada vez él estaba más cerca.

-Ya que ayudarte costará derramar sangre… quiero saber si estas dispuesta a aceptar lo que te pida. Si no, no te concederé mi ayuda.

Galatea dudó por unos segundos, pero resignada aceptó. No sabía si estar contenta o no, ya que el precio a pagar iba ser muy caro.

-Aceptaré lo que me pidas.

Galadriel se acercó un poco más. La cogió por la espalda poniendo una de sus manos en la cintura de ella y otra en el pelo. Galatea se erguió y se puso recta. No esperaba que él la tocara en ese momento y su cuerpo reaccionó a la defensiva automaticamente. Sus ojos ahora estaban muy abiertos, la sorpresa de encontrar el tacto de las manos de él en su cintura le habían descolocado. Galadriel apartó el pelo y acercó la nariz hacia el cuello de ella, respirando su olor profundamente. Galatea quedó petrificada. Sentía miedo pero también respondía de forma eléctrica al peligro de Galadriel, a sus manos.

-Bien. –Sonrió- A cambio de la sangre que derramaré... tendré la tuya.

lunes, 22 de octubre de 2012

Presentación y bienvenida


Mmm presentarme... no sé yo. Nunca se me han dado bien las presentaciones. Soy la típica persona que se queda en blanco cuando le preguntan cómo es o que le gusta, pudiendo decir más bien poco y mal.  Así que sin más,  no me voy a presentar y con ello ya me doy por presentada.

Para dar una idea sobre este sitio (que todavía no se qué tipo de relación voy a tener con él), mi principal intención es escribir y dejar aquí mis filosofeos, paranoias y también mis historias cortas, pero realmente no sé lo que va  a salir de aquí . Público al que va dirigido: nocturnos y diurnos extraviados.  Si eres alguno de ellos, bienvenido, siéntete como en tu casa. En breves  y cuando haya tiempo, volveré a caer por aquí.

"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae."

D.